domingo, 8 de agosto de 2010

Epiciclo


Si la noche te sorprende pensándome, piérdete en el encanto de la luna; también la estaré observando con inquieta fascinación.

Si por las tardes mi ausencia se hace presente, aleja tus húmedas pupilas del cielo, pues estaré formando tu rostro con las nubes.

Si alguna mañana finalmente despiertas con el alba, discúlpame por no ser yo quien te enseñe el sol asomando desde el horizonte.

viernes, 16 de julio de 2010

Phoebus



Fresco despertar con aquella sensación.
Sutilmente alejada de la realidad.
Con un sabor más propio a idealización.

Deseando que su luz se filtre en mi ventana.

Escapando de los días grises.
Como presa que evita ser cazada.

Aquí estoy en este instante, recibiendo sus destellos.

Alterados por el diáfano cristal.
Deseando que el tiempo se detenga inefablemente.
Para impedir que las nubes lo cubran con su insaciable velo.

domingo, 4 de abril de 2010

Toda una vida

¡Laura! No voy a poder dormir

I
En estos años reflexioné mucho acerca de los sentimientos. A decir verdad tenía dos opciones – ¡dos opciones!… dos opciones eran las que yo tenía también en aquel entonces, y como siempre: el miedo. ¡Yo sí que te puedo hablar del miedo! Constante sicario de mi destino. Me empujó a tomar la decisión errada. En cambio vos… vos apostaste todo y quedaste desolada. Será que es contagioso, a partir de entonces tuviste miedo a confiar en la gente. – No es miedo, como te dije, pienso que el fuego termina quemándote, es preferible…
– ¡nada! ¿Y esto que acabamos de hacer? ¡Esperá! ¡Esperá, no te vayas! ¡Te vas a equivocar!

II
Esa fue mi última conversación con ella. En realidad no fue tan así, pero los pensamientos suelen adornar los recuerdos con creaciones propias.
Un frasco y tres botellas. Era el miedo, tan presente en aquella habitación, que podría haberlo mirado a los ojos directamente. Pero como de costumbre no me atreví. Era el escenario perfecto: música de fondo, papeles tirados y una película en blanco y negro rodando. Algo muy teatral. En este instante solo debo agradecerle a mi intrínseco deseo de trascendencia, y a la velocidad y astucia de un buen amigo.

III
Dos opciones: Por un lado un arroyo cristalino lleno de flores, vegetación y una danza de colibríes multicolor; por el otro: la tundra. ¡Cómo no arrepentirse! Si hubiera sabido que en aquel arroyo la aventura era posible. Si el miedo no me hubiese enceguecido en los momentos más cruciales.
No hace mucho una persona muy allegada me comentó su opinión respecto al objetivo final del ser humano. Tal vez, era una señal que no supe ver, tal vez no le creí. ¡Que bien me hubiesen venido esas palabras en aquel momento!

IV
¡Como cambia la gente! Hace algunos años tenías miedo de quemarte, y ahora… ahora... – Es un comienzo. Mejor dicho, un recomienzo. Creo que ambos aprendimos lo mismo, aunque hayamos leído distintos libros.
– Sinceramente no me alegro de tu fracaso, pero por primera vez no tengo miedo. – no te preocupes está todo bien. Ya tenes mi número, solo quiero que me llames y arreglemos algo. ¡hey, no te olvides eh!
Asi, como si estuviera flotando en el aire, me quedé parado mientras veía como aquella silueta tan familiar se perdía en el horizonte, el mismo de hace 20 años.

lunes, 29 de marzo de 2010

El Molde


El molde, permanentemente me inquieta.
Impídeme dormir durante las mañanas,
Sustrae de mi ser toda la esperanza,
Al menos soy conciente de su existencia.

Un día fuera sería más excitante
Que toda una implacable vida dentro.
Mas no decir los riesgos que se corren fuera,
Mitigados por el inmenso albedrío.

Una vida sin sobresaltos, solo eso.
Una vida muy llena de miedos y dudas.
Una vida entera preguntándose si;
Fuera se está mejor o es como dicen.

domingo, 21 de marzo de 2010

Una sola cosa


Despertó esa tarde muy sudado luego de un feo sueño. Con los ojos entreabiertos, escuchó intermitentemente una conversación poco afortunada, comenzó a pensar. Con una dosis más elevada de la desidia de siempre, se dispuso a levantarse. Le costo aún más vestirse a la vez que pensaba en ir al baño. A esa altura los pies le pesaban bastante. Mientras estaba parado haciendo lo suyo, miró hacia arriba y se sintió envuelto en aquellos pensamientos recurrentes, esos que tanto lo atormentaban, que le contaban la realidad de su vida sin pelos en la lengua. Pensamientos que él mismo gestaba con su enclaustrado accionar diario y cotidiano. Luego de abrocharse los pantalones se acercó al lavamanos y se miró al espejo. En ese momento aquellos pensamientos se multiplicaron de forma asombrosa, de manera que comenzó a percibir que algo lo acechaba. El sabía que en ese pequeño habitáculo de dos por dos había algo que estaba pronto a atacarlo. Una nueva mirada al espejo disparó el arsenal que aún guardaba. En ese instante se dio cuenta que no podía moverse. Los pensamientos habían cobrado vida y lo sujetaban con fuerza de sus extremidades, impidiéndole cualquier reacción. Desesperado y haciendo un uso desmedido de su fuerza logró liberar su brazo izquierdo, “el más débil” pensó. Con lo cual este quedó atrapado nuevamente.
La situación había pasado ya por la fase en la que uno suele sorprenderse, y el muchacho se estaba comenzando a resignar a quedarse allí, inmóvil frente al espejo. Unos minutos más tarde escuchó que desde afuera alguien le preguntó si se encontraba bien, pues ya había demorado demasiado tiempo en el baño. El, al intentar responder, advirtió que estaba completamente paralizado, incluso su lengua. No podía articular palabra. Aquella locura lo sometía fuertemente. El hecho le despertó un sentimiento de ira tan terrible que decidió a reanudar la lucha por librarse nuevamente, aunque se encontraba en clara desventaja.
En el momento más duro de la contienda, una dulce y familiar voz invadió el campo de batalla. En ese instante el tiempo pareció detenerse y el muchacho solo pudo pensar exclusivamente en una sola cosa. Luego de un momento, advirtió que podía moverse y corrió velozmente atravesando la puerta para encontrarse con el agradable refugio de dos cariñosos brazos extendidos. Una vez allí, seguro y protegido, pensó: “hoy me salvé”… ya se sentía un poco más cansado.

lunes, 8 de marzo de 2010

Química



Hacía algunas largas semanas que andábamos bastante alterados. Momentos en que íbamos de un lado a otro sin parar, hasta que por fin encontrábamos la tan ansiada calma luego de la tormenta. Pero todo era inútil, la tempestad volvía a desatarse, y uno ya no sabía casi hacia donde se dirigía, atosigado por las oleadas. Días… los había agitados en su gran mayoría, y otros en los que la calma reinaba excepto por algunos momentos.
Aquella mañana era uno de esos excepcionales días en los que uno sospechaba que iba a navegar tranquilo y sin ningún sobresalto, casi adormecido. El oleaje era apenas visible y el sol brillante presagiaba un cielo sin tormentas.
Hallábame casi entre sueños, dirigiéndome automáticamente a mi destino, en el instante en que una brisa
suave comenzó a soplar. En principio resultó agradable aunque luego logró sacarme de mi letargo. Con el correr de los minutos el cielo terminó por perder su azul cristalino para dar paso a los más negros nubarrones. La suave brisa se había transformado ahora en incontables ráfagas de viento que no hacían mas que empeorar la situación y echar por la borda la apacible mañana hasta el momento vivida.
Era inevitable, la tormenta ya nos había alterado a todos y nuevamente estábamos viviendo uno de esos días agitados que en nuestra conciencia aparecerían como los más largos. Sin mediar aviso me vi sorprendido por un abrumador y enérgico vendaval que golpeó mi rostro ferozmente. Mientras, el firmamento cobraba una forma nunca antes vista en semejantes circunstancias. Aquella imagen me dejo con la mente estupefacta, casi en estado de shock. Luego de aquel instante me demoré varias horas en reaccionar y recobrar el conocimiento completamente, pues todavía conservaba grabado en la conciencia aquel cuadro tan perfecto y crispante. El resto del día logramos seguir avanzando. En parte debido al efecto de aquel poderoso y singular vendaval que dejó un vestigio narcótico en el aire, y, en parte gracias a que, afortunadamente para todos, aquella tempestad fue tan intensa como efímera.
En todos estos años recorriendo mi mundo y siendo veterano ya de incontables tormentas y tempestades, podría afirmar con total seguridad que, jamás en mi vida había sido testigo de tan descomunal y particular accionar de las fuerzas de la naturaleza.

domingo, 28 de febrero de 2010

Conviérteme en Música.


No vale nada hablar de tu belleza.
Tu belleza que me cautiva.
Sin embargo, eso no es tema de conversación.
No ha de interesarte mucho.
Tampoco a mi, solo a mis ojos.
Mis ojos que solo ven belleza.

Mi alma descubre otras entidades.
Poco sé acerca de ti.
Manifiestos, virtudes, pasiones.
Música, el lenguaje superior.
Solo conozco con cual vibras más.
Mi alma que solo siente música.

Tan sólo conviérteme en música.
Para así poder visitar tu alma,
Como nunca nadie lo hizo.
Recorrer tu esencia de modo sublime.
Robar una imagen viva de tu ser,
Que con mis ojos no sea capaz de ver.

domingo, 21 de febrero de 2010

Insurrección Literaria




¿Será esta la última palabra que escriba antes de quedarme dormido? Existen interrogantes que me provocan inquietudes mucho mas intensas. El solo hecho de haber articulado ese pensamiento ha logrado despabilarme. El de cierto personaje por ejemplo, lugar común de muchas historias. ¿Qué relato no ha incluido en su reparto a ese personaje insignificante al que todos pasan por arriba? Rescatando así una imagen distorsionada del mismo, mientras este sufre los avatares de la indiferencia y la hipocresía del mundo en el que vive.
Aquí es donde justamente yo entro en escena. Un escritor fracasado que se dedica a rescatar de la muerte y el olvido a esos personajes, y que, actúa como una herramienta mediante la cual, estos marginados y desdichados extras se rebelan contra su intrascendente destino. Destino que inevitablemente ya está escrito.
Por supuesto esta práctica me ha valido varios juicios y acusaciones, pero no pienso en detenerme hasta que no haya logrado hacer justicia con todos y cada uno de estos miserables personajes.
A eso me dedico. Día y noche. Y me siento tan orgulloso como quien salva una vida o evita una catástrofe, pues mi labor es dar la oportunidad de revancha a esos que jamás podrían alcanzarla.