domingo, 4 de abril de 2010

Toda una vida

¡Laura! No voy a poder dormir

I
En estos años reflexioné mucho acerca de los sentimientos. A decir verdad tenía dos opciones – ¡dos opciones!… dos opciones eran las que yo tenía también en aquel entonces, y como siempre: el miedo. ¡Yo sí que te puedo hablar del miedo! Constante sicario de mi destino. Me empujó a tomar la decisión errada. En cambio vos… vos apostaste todo y quedaste desolada. Será que es contagioso, a partir de entonces tuviste miedo a confiar en la gente. – No es miedo, como te dije, pienso que el fuego termina quemándote, es preferible…
– ¡nada! ¿Y esto que acabamos de hacer? ¡Esperá! ¡Esperá, no te vayas! ¡Te vas a equivocar!

II
Esa fue mi última conversación con ella. En realidad no fue tan así, pero los pensamientos suelen adornar los recuerdos con creaciones propias.
Un frasco y tres botellas. Era el miedo, tan presente en aquella habitación, que podría haberlo mirado a los ojos directamente. Pero como de costumbre no me atreví. Era el escenario perfecto: música de fondo, papeles tirados y una película en blanco y negro rodando. Algo muy teatral. En este instante solo debo agradecerle a mi intrínseco deseo de trascendencia, y a la velocidad y astucia de un buen amigo.

III
Dos opciones: Por un lado un arroyo cristalino lleno de flores, vegetación y una danza de colibríes multicolor; por el otro: la tundra. ¡Cómo no arrepentirse! Si hubiera sabido que en aquel arroyo la aventura era posible. Si el miedo no me hubiese enceguecido en los momentos más cruciales.
No hace mucho una persona muy allegada me comentó su opinión respecto al objetivo final del ser humano. Tal vez, era una señal que no supe ver, tal vez no le creí. ¡Que bien me hubiesen venido esas palabras en aquel momento!

IV
¡Como cambia la gente! Hace algunos años tenías miedo de quemarte, y ahora… ahora... – Es un comienzo. Mejor dicho, un recomienzo. Creo que ambos aprendimos lo mismo, aunque hayamos leído distintos libros.
– Sinceramente no me alegro de tu fracaso, pero por primera vez no tengo miedo. – no te preocupes está todo bien. Ya tenes mi número, solo quiero que me llames y arreglemos algo. ¡hey, no te olvides eh!
Asi, como si estuviera flotando en el aire, me quedé parado mientras veía como aquella silueta tan familiar se perdía en el horizonte, el mismo de hace 20 años.